De la plaza Omonia a la de Cataluña pasando por la Yugoslavia y sus servicios secretos, los más amables del mundo


Algún amigo me comenta en ocasiones que debe leerme con detenimiento pues paso de un tema a otro como sapo cancionero y a los cuatro saltos se pierde y ha de volver a empezar o mirar el GPS. Pues si no se marean hoy, son capaces de hacer el rally de Montecarlo sin antiheméticos como el THC.

Durante mi particular viaje a Itaki o Itaca y su famosa cueva de las Ninfas que Pofirio tan bien describió pasé una semana larga en Atenas y coincidió con la victoria de la derecha de ND sobre los socialistas de siempre, sus primos. No fue cosa mía, por supuesto, que ellos solos se bastan para hundirse en la demagogia y el mal gobierno sin consejo alguno, se los juro por Zeus en griego: Ne Dia!

Y pasaban los pijos helenos en sus carros y banderas blanquiazules, como los periquitos del Sánchez Llibre, dando bocinazos y jurando en griego que suena muy bien, cuando la policía -omnipresente- se nos acercó y nos dijo -en griego claro- que nos piráramos, a lo que yo le respondí en catalán para desconcierto del agente si "s'havia acabat la democracia a Grècia?".

Como no acababa de entender pero algo le sonaba lo de democracia y lo de Grecia los agentes me preguntaron de donde era, aquello de Barcelona (y ellos que piensan "ah, sí Cruyf i Koeman", eso es las hispanias, donde las anchoas, en Canet Plage…). Y me pidieron el pasaporte, expedido casualmente en París y donde -pese a mi pinta- aseguraba que aquello era periodista.

Y es que menda acababa de llegar pocas horas antes desde Skopje ("Scópia" se lee, y si copia no pasa na), capital de la actual Macedónia exyugoslava y proOTAN aunque haya que vender a las abuelas, de casa de un albanés musulmán que hacía (su señora, licenciada universitaria y esclavizada, él era un golfo muy simpa con una amante en cada bar) un yogur y un pan que resucitaban muertos.

Los servicios secretos más amables del mundo, los yugoslavos, sin duda

Cuando llevábamos pocas horas de trayecto nocturno desde la frontera italoyugoslava, en Trieste, el camionero que nos llevaba (éramos dos en autostop y con la guitarra para pagarme el viaje) se puso a hablar en serbocroata por la radio y nos miró un momento raro. Ya en la frontera me sorprendió que los aduaneros me hicieron pronunciar mi apellido y -tres en grupo- lo repetían entre otras cosas que ni idea con el serbocroata, ni slobo, ni palabra. Ahora dos o tres, creo. Luego descubrí que allí, cerca de Banja Luka, hay un parque natural que se llama Kozarak y pienso que la cosa iba por ahí.

Pero, tal vez porque mi acompañante era de Fayetteville, Carolina del Norte, donde está el famoso Fort Brag o Fuerte Audaz del imperialismo, tal vez aún la mayor instalación de tropas acuarteladas en USA, nos marearon la perdiz un rato esperando mientras comentaban, apuntaban y nos dejaban ir.

Fue poco después de la conversación por radio cuando el camionero puso intermitentes y condujo el seis ejes a un aparcamiento con hotel -de cinco estrellas- y restaurante. Preguntamos precios y nos quedamos acojonaos con el socialismo de cinco estrellas. Mientras decidíamos con un café sin poso se nos acercó una pareja, él y ella atléticos y casi un palmo por encima sus frontales de los nuestros, que en un inglés de academia ¡nos invitaron a cenar!

No les diré como se lo agradecí de inmediato y le dije en catalán a la compaña: "Aquests són o pasmes o del servei secret i ens inviten a sopar". Como era profesora de inglés ya lo entendía lo bastante, cosa que no tanto los serbocroatas dadivosos. El caso es que nos trajeron sendas bandejas con carne variada, cuatro tipos de salchichas y butifarras distintas, ternera, cerdo y cordero. 50 cm2 de todo carne, sin una puñetera guarnición ni de patata. Lo primero fue -para los pasmas- el desconcierto: Yo, muy contento, como Attila en los campos cataláunicos a la carga, y ella, con cara desolada de vegetariana a la que acaban de clavar una puñalada los putos socialistas por la espalda.

Tras media bandeja y un meditado interrogatorio sobre qué hacíamos -yo le juré que en la funda de la guitarra no había ni un elefante ni un tanque con mis resabios comprensivos mientras masticaba bien 43 veces- y decirme que pa cantar en Yugoslavia me tenía que sindicar en su sindicato y que de faena poca y mal pagá -aparte de que no he compuesto en serbocroata y no me arriesgaría a topar con un Teddy Bautista o un Montaner de la SGAE por muy de Tito que fuera-, le dije que íbamos a Ítaca, como Kavafis, porque lo había dicho Llach y lo que dice en Lluis, al que tengo la suerte de haber entrevistado cuatro veces, va a Ítaca, no a Ocata.

Se miraron y dijeron en serbocroata: "Els catalans són bojos", por lo menos. Y nos dejaron a mí a punto de explotar con la tapa para seis vascos y a ella comiendo queso francés que ya empezaba a andar.

De vuelta a plaza Omonia

Ante la cosa de qué hacer con nosotros y por si aquel periodista podía morder -que nunca se sabe de qué estamos vacunados y que no-, y como abundaba el gremio, el policía llamó a un teniente que hablaba inglés, al que repetí la pregunta de si se había acabado la democracia porque había ganado la derecha. El tipo se quedó muy serio y se apartó un poco, llamando por teléfono. En el interín, todos los griegos que refunfuñando -en griego- se habían apartado -disuelto decimos aquí en franquista-, se habían ido acercando como gatos y con ellos las orejas, a lo que yo, mezcla de paracaló-efaristó con gabacho y spanglish, les animé a hacer grupito.

Con lo que, mientras el teniente consultaba, la plaza Omonia entera, en grupos cada diez metros de policías y ciudadanos reticentes a marchar, seguía la conversación del oficial, como setas -amanitas y champignooons!- en grupo que crecen al sol tras de la lluvia. Como saben la micofilia es total en catalanolandia. Los que no saben de qué morir las prueban todas.

El teniente se acercó muy serio y me dijo que ok, que nos podíamos quedar. Se giró haciendo un gesto a la tropa y se fundieron con las sombras mientras hacíamos coña catalanohelénica con los que no aplaudían la celebración de la derecha y se la miraban rodeando la fanfarria.

Hoy, aquella derecha triunfante, ha hundido a Grecia en la miseria, falseando sus cuentas ante el pasmo habitual del Consejo de Europa y la colaboración demostrada de Ernst&Young y Goldman Sachs -ahora amo de PRISA, es decir El País, Cadena Ser y cía, mientras los otros sionistas, los Rothschild, han adquirido nada menos que la Lotería del Zapatero socialista-, quienes siguen ejerciendo de dueños y señores de las finanzas y quienes destinan los presupuestos arrebatados a las naciones europeas en un recorte social salvaje, a financiar sus "nuevas democracias" en el mundo musulmán y la América Latina que les es fiel y sumisa.

El G8 donará 40.000 millones, de los que parecen sobrar a esos países con tanta crisis económica, para financiar -con Qatar, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos que ya lo hacen con todo descaro- los sobornos, el material de guerra y los mercenarios que hagan falta para apoderarse del petróleo y gas de los países del Magreb, como ya lo hacen donde sus monarcas títeres y teocráticos impiden a las mujeres hasta conducir su propio coche, en una interpretación de la Sharia que Washington y Bruselas consideran correcta y loable.

Pero en la Plaza Omonia hay ahora acampados que se solidarizan con los de Sol, Barcelona, Zaragoza o Terrassa, o con los indignats -en catalán- de la Alexanderplatz berlinesa.

Y en las plazas de toda España se reabren las ágoras y foros que la tradición mediterránea crearon y la censura y el fascismo nacionalcatólico prohibieron. Luego cerraron los bares y pusieron bancos y cajas, prohibieron pensar y fumar al tiempo y nos confinaron a la TDT, confiando que en unos meses todos fuéramos ya idiotas. Se equivocaron. Cerró Gran Hermano e Intereconomía sólo la ven las monjas de clausura y los cachondos del APM para partirse la espalda o que nos la partamos nosotros, allí por donde acaba.

Hemos empezado a recuperar las plazas, el ágora y la voz. No son cuatro, ni cien. Son un porcentaje muy capacitado y representativo de una sociedad que mide su tiempo en oro y en el que cada uno puede participar -y participa por doquier y ahí están medios y redes para demostrarlo- de formas muy diversas y complementarias, sucesivas y alternadas, según sus posibilidades.

Cuando acabe el curso más de 10 millones de jóvenes podrán sumarse por todas partes al movimiento, ampliar los debates, concretarlos, argumentarlos y exponerlos en un manifiesto que entidades, movimientos sociales, sindicatos, ONGs y partidos podrán o no firmar o adherirse o vindicar en el mismo parlamento. Todo ha de llegar como fruto de la buena tierra y la buena semilla que la cubre, con el agua del debate público y la vigilancia para que, si a cualquier Felip Puig se le ocurre rodear y asediar brutalmente a los acampados, le pase como a él, y miles de ciudadanos rodeen y asedien a sus mamporreros a partir de ahora debidamente identificados.

Pues, si no saben la noticia, otra de las victorias del movimiento ha sido que desde hoy, 30 de Mayo de 2010, hasta los antidisturbios deberán ir identificados con su número y no podrán, como los que envió CiU, gozar de impunidad como asesinos anónimos con patente de franquista.

Avanzamos: Paso a paso, golpe a golpe, verso a verso… Avanzamos.

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