P2: Todos los caminos de Roma conducen a Washington


Roberto Calvi, el ahorcado con los bolsillos llenos de ladrillos

Roberto Calvi, lejos de ser un simple banquero corrupto al que la mafia asesinó porque le debía dinero, es un nudo donde se entrecruzan los múltiples mecanismos de intervención norteamericanos sobre el viejo continente, y las antiguas alianzas plutocráticas entre organizaciones con un mismo interés compartido: Poder y Capital.

Ahora que el monto del escándalo pedofílico eclesiástico y la connivencia y complicidad de las más altas jerarquías quedan en evidencia, la respuesta vaticana es similar a la de aquellos sucesos en que las finanzas del estado católico quedaron visible y palmariamente unidas a las de la mafia, la CIA, la organización fascista Gladio y la muerte del cardenal Luciani, Juan Pablo I.

Fueron los mismos años en que alcanzaron el máximo poder Karol Wojtylla y Joseph Ratzinger, desde su sede cardenalicia en Baviera, y en que el Opus Dei se estableció como la más influyente secta entre la curia. Hagamos un poco de memoria y destapemos lo que tan bien el cardenal norteamericano Paul Marcinkus, el "banquero de Dios", consiguió que los medios callaran.

El cadáver de Roberto Calvi –cabeza del Banco Ambrosiano, cuyo principal accionista es el Vaticano- apareció colgado de una soga en un puente de Londres hace veintitrés años. La versión oficial, que hablaba de suicidio y cerraba el caso, no la creyó nadie, e incluso Francis Ford Coppola, que sitúa su tercera parte de El Padrino en el centro de las intrigas de poder en torno al trono de San Pedro, se hacía eco del asesinato de Calvi a manos de la mafia.

A Calvi se le apodaba con un alias ajeno: “El banquero de Dios” por ser la cara visible del auténtico amo de las finanzas vaticanas, el cardenal Marcinkus, quien sólo debía explicaciones al cardenal de Roma, Paulo VI.

Ahora, las nuevas autopsias han demostrado que fue un homicidio, y la justicia italiana ha reabierto el juicio, acusando del crimen a cuatro miembros de la mafia. Parece que el que fuera uno de los mayores misterios de la historia reciente italiana –donde se cruzaban las turbias finanzas del Vaticano con la presencia de la mafia– está cerca de resolverse. ¿O no?

Otra hipótesis señala que la muerte habría sido por orden de la logia masónica P2, a la que Calvi pertenecía. Hablar de la P2 es referirse a un auténtico Estado dentro del Estado, con íntimas conexiones con la CIA, y base en Italia de la red Gladio, una estructura secreta a través de la cual EEUU ha intervenido durante décadas los Estados europeos.

La realidad es que Calvi, lejos de ser un simple banquero corrupto al que la mafia asesinó porque le debía dinero, es un nudo donde se entrecruzan los múltiples mecanismos de intervención norteamericanos sobre el viejo continente. La mafia pudo ser la ejecutora del crimen, pero el centro de la trama hay que buscarlo en Washington.

Paul Marcinkus, el "banquero de Dios"

Del Banco Ambrosiano a Nicaragua

La crisis del Banco Ambrosiano –que fue a la quiebra cuando era el primer banco privado de Italia– dejó al descubierto una turbia red económico-política. A comienzos de los setenta, Calvi había comenzado una exitosa ascensión en el mundo de las finanzas italianas de la mano de su padrino, Michele Sindona, miembro relevante de la logia P2, banquero de la Cosa Nostra desde 1957 y consejero financiero del Vaticano.

A través de las finanzas del Vaticano –el Instituto para las Obras de Religión, también llamado Banco Vaticano, y que el arzobispo Marcinkus integraría en el Ambrosiano– se desplegó una amplia red de blanqueo de dinero, en la que participaban la mafia y la P2.
Pero la gravedad del caso no se refiere a una simple estafa, ni siquiera a que las finanzas del Vaticano se desplegaran entre fábricas de armas.
El Banco Ambrosiano fue un trampolín al servicio de la CIA. Fabulosas sumas de dinero fueron canalizadas a través de paraísos fiscales para financiar las más negras actividades de Washington: escuadrones de la muerte, asesinatos de militantes y dirigentes progresistas, golpes de Estado, desestabilización de gobiernos, las acciones de la contra nicaragüense… hasta atentados terroristas cometidos por grupos fascistas en Italia, España o Hispanoamérica.
El Vaticano, como centro de poder terrenal, afianzaba, con esta santa alianza con EEUU, su ingente poder como parte de la red sobre la que descansaba el dominio norteamericano en Italia, y movía sus fichas en el tablero mundial colocándose como un protagonista de primer orden en la guerra fría.

De la mafia a Washington

Invariablemente, detrás de todos los actores de la trama en torno al asesinato de Calvi, encontramos a un mismo director: EEUU. Cuando se le preguntó al presidente de la comisión italiana antimafia por qué durante 23 años no se detuvo al capo Toto Riina, contestó sin tapujos que “la situación internacional había cambiado”. Mientras existió la URSS, y en Italia la fuerza política principal era el prosoviético PCI, la mafia fue un eficaz instrumento de contención de la influencia soviética.
EEUU le encomendaba los trabajos sucios, como limpiar de comunistas Sicilia tras la IIª Guerra Mundial o asesinar a un Roberto Calvi que sabía demasiado.

Porque es en la logia P2, de la que Calvi era un miembro prominente, donde confluye todo. El ex colaborador de la CIA, Richard Brenneke, afirma que “la P2 y Gelli [fundador de la logia] han trabajado para la CIA, recibiendo a cambio enormes sumas de dinero”. La trayectoria de Licio Gelli es suficientemente significativa: agente de la Italia fascista y las SS, en los momentos finales de la IIª Guerra Mundial ya estaba trabajando para la OSS estadounidense, antecedente de la CIA. Finalizada la contienda, pasó a la nómina de la CIA, y creó la logia masónica Propaganda Due (P2) como instrumento, bajo la dirección norteamericana, de la guerra contra el comunismo en Italia.
Pero no estamos hablando de un alocado grupo ultraderechista, sino del auténtico centro de poder en Italia, por encima y contra la legalidad democrática y las elecciones.

Destacado piduista era Walter Pelosi, jefe del Servicio Secreto, quien declara haber entregado a Gelli importantes documentos de la seguridad nacional. No es un caso aislado; toda la cúpula de los servicios secretos y del ejército, durante décadas, pertenecieron a la P2. Muchos afirman que el verdadero jefe de la P-2 era Giulio Andreotti, líder democristiano, quintaesencia del hombre de Estado durante las décadas donde toda la arquitectura política italiana estaba diseñada para que el PCI, partido más votado, no llegara al gobierno. Cómo él, la mayoría de los más destacados políticos pertenecieron a la logia. El poder de la P2 se extendía socialmente, convirtiéndose, por ejemplo en la primera fuente de financiación del prestigioso periódico El Corriere della Sera.

Estamos, pues, ante una organización secreta, ajena a cualquier control, creada y controlada por la CIA, que extendía su control hacia todos los aparatos del Estado italiano: ejército, servicios secretos, clase política, medios de comunicación… Decidiendo, al margen de constituciones o elecciones, qué rumbo político debía tomar el país. Un monstruoso aparato de intervención norteamericano en el corazón de uno de los más poderosos Estados. Así son las democracias europeas.

De la P2 a la red Gladio

La logia P-2 era la base de la red Gladio en Italia. Una red secreta de intervención y subversión, constituida por la CIA a principios de los cincuenta, y desplegada por todos los países europeos bajo dominio norteamericano. Si en un principio sus objetivos eran eliminar la enorme influencia de los partidos comunistas tras la IIª Guerra Mundial –a través de actos de sabotaje, asesinatos, chantajes…– y paralizar la infiltración soviética, esa batalla tuvo en Italia –donde el PCI había sido la única fuerza que había enfrentado a los fascistas– uno de sus puntos culminantes. La CIA amañó las primeras elecciones y construyó un régimen cuyo objetivo era evitar que el PCI gobernase.

Pero pronto la red Gladio se convirtió en un monstruo que horadaba todos los aparatos de Estado, desde el ejército a los partidos políticos, y los colocaba bajo el mando norteamericano. Un auténtico poder en la sombra, con capacidad para reconducir, por medios políticos o por la fuerza, el rumbo político de los países europeos si éste no se ajusta a las necesidades norteamericanas. Que incluso ejecutó actos terroristas que luego se achacaban a grupos de izquierdas. El más destacado de ellos fue la explosión en una estación de tren de Bolonia en 1980, que causó 85 muertos.

La telaraña norteamericana

¿Cómo que debemos despachar el asesinato de Calvi como un simple crimen de la mafia? El escándalo del Banco Ambrosiano provocó un reguero de cadáveres que llegó incluso hasta el Papa Juan Pablo I, asesinado cuando se disponía a limpiar las finanzas del Vaticano.

Se había tocado un hilo que podía llevar a un punto que era intocable: lo mecanismos de intervención de la superpotencia norteamericana sobre los Estados europeos. Quienes se niegan a ver la realidad de un mundo donde hay que buscar detrás de cada acontecimiento la intervención del imperialismo, deberían repasar la historia de la P-2 y la red Gladio. Quienes, incluso desde la izquierda, afirman que el imperialismo sólo interviene presionando desde fuera o en los momentos donde se hace uso de la fuerza, deben observar a un Estado italiano intervenido hasta las cejas.

Conocemos sólo una parte de la red Gladio, y es suficiente para comprobar como, aplastando la democracia, el hegemonismo se asegura el control directo sobre los Estados que controla, convirtiéndose en co-propietarios de ellos. ¿Pero es que alguien piensa que la red Gladio, o la logia P-2 son cosa del pasado? ¿No es Berlusconi una creación de la P-2? ¿Es que acaso la red Gladio se reducía sólo a Italia? ¿Podemos creer que en España no existe una sucursal Gladio que ha estado, y sigue estando, detrás de los más importantes acontecimientos políticos?
Joan Arnau

Andreotti, il capo de la Democracia Cristiana y de 30 años de engaños al pueblo italiano

Paul Marcinkus, el 'banquero de Dios'

IRENE HERNÁNDEZ VELASCO
El arzobispo estadounidense Paul Marcinkus, conocido como 'el banquero de Dios' por haber administrado el Instituto de las Obras Religiosas del Vaticano, ha muerto a los 84 años. Marcinkus fue relacionado con la quiebra del Banco Ambrosiano.

Para quienes aseguran ser los representantes de Dios en la Tierra y tienen como misión velar por la salvación de las almas, ocuparse de algo tan asquerosamente material como el dinero siempre ha resultado un asunto embarazoso. Sin embargo, el arzobispo Paul Marcinkus jamás tuvo ese tipo de prejuicios.

Quizás precisamente por esa falta de escrúpulos, este sacerdote estadounidense, que en 1971 fue nombrado por Pablo VI director del Instituto para las Obras Religiosas (el IOR, más conocido como el Banco Vaticano), acabaría protagonizando uno de los más sonados escándalos financieros que hayan sacudido nunca al Vaticano: la quiebra del Banco Ambrosiano. Marcinkus, más conocido como El banquero de Dios, falleció este martes en Estados Unidos a los 84 años de edad.

Tenía 47 cuando se hizo con las riendas del Banco Vaticano, una de las tres instituciones financieras con que cuenta la Santa Sede. Desde el principio, tuvo claro que el Altísimo le había encomendado una misión de la máxima importancia: sanear las maltrechas finanzas de la Iglesia, que tras el Concilio Vaticano II se encontraban en números rojos. A ello se dedicó en cuerpo y alma, aplicando a la tarea unos criterios dignos de un tiburón de las finanzas que, en seguida, le hicieron ganarse la admiración y el respeto de muchos representantes del poder económico. Diversificó, por ejemplo, las inversiones internacionales de la Iglesia, colocando dinero en Estados Unidos, Canadá, Suiza y la ex República Federal Alemana.

Dadas además las ingentes sumas que movía, pronto se hizo famoso en los ambientes financieros. Por si fuera poco, mostraba además las aficiones típicas de un banquero moderno: le gustaban los puros y era un apasionado del golf y del tenis. No obstante, muchos en la Curia romana arrugaban la nariz ante la mera mención de su nombre, mostrando así su desaprobación por un estilo de vida que, en su opinión, no encajaba con el ambiente vaticano. Pero lo que nadie podía negar era que Marcinkus era un hombre astuto.

Justo cuando Marcinkus se encontraba justo en la cúspide de su éxito y el Papa le acababa de nombrar organizador de sus viajes y secretario del Pontificio Consejo de la Ciudad del Vaticano, el Banco de Italia y la magistratura de Roma empezaron a observar con sospecha sus tejemanejes financieros.

Fue Michael Sindona, presidente de la Banca Privada y considerado próximo a los ambientes de la mafia italoamericana, el que puso a las autoridades sobre su pista, al quebrar su entidad y acusar al arzobispo Marcinkus y a Roberto Calvi, presidente del Banco Ambrosiano y miembro de la logia masónica P2, de haberse involucrado con él en diversas operaciones consideradas de alto riesgo. Según Sindona, fue él quien presentó a Calvi y a Marcinkus, quienes en 1971 fundaron en Nassau un paraíso fiscal en las Bahamas, el Cisalpine Overseas Bank. A través de esa sociedad y de otras muchas superspuestas, Calvi y El banquero de Dios habrían operado juntos, destinando dinero a operaciones ocultas, pagando sobornos, moviendo dinero negro procedente de la evasión fiscal o lavando dinero de la mafia y otras organizaciones criminales.

Y el escándalo no había hecho más que empezar. En 1981, el Banco de Italia denunció la existencia de un agujero de 1.400 millones de dólares en las cuentas de las filiales extranjeras del Banco Ambrosiano. El Banco Vaticano era uno de los 13 accionistas del Ambrosiano, y controlaba el 20% de su capital, lo que significaba que, como mínimo, había hecho la vista gorda ante algunas de las oscuras operaciones emprendidas por la entidad.

"El Banco Ambrosiano no es mío. Yo sólo estoy al servicio de otro. Más no puedo decir", declaraba Calvi a los jueces milaneses desde la cárcel de Lodi. Fue condenado a cuatro años de cárcel. Pero poco después de que tratara de quitarse la vida en su celda, obtuvo la libertad condicional. Y, ya en la calle, volvió hacerse con el mando del Ambrosiano. Aunque no por mucho tiempo: el 27 de abril de 1982 el boss mafioso Danilo Abbruciati trató de asesinar al vicepresidente del banco Ambrosiano, Roberto Rosome.

A partir de ahí, todo se precipitó. El 17 de junio, el Banco de Italia suspendió la cotización en Bolsa de los títulos del Ambrosiano y el banco fue declarado en bancarrota. Roberto Calvi huyó y su secretaria se suicidó. Pocos días después, el 18 de junio de 1982, el cadáver de Calvi fue hallado colgado bajo un puente de Londres, con los bolsillos repletos de ladrillos, en lo parece un asesinato por cuenta de la mafia. El Vaticano se vio entonces inundado de acreedores que solicitaban que, como accionista del Ambrosiano, la Santa Sede respondiera por la quiebra del banco y asumiera las deudas de éste. La Justicia italiana pidió permiso a las autoridades vaticanas para poder procesar a Marcinkus, pero la Santa Sede se lo negó, asegurando que el Vaticano no tiene nada que ver con la quiebra del Ambrosiano.

Sin embargo, y en contra de la opinión de Marcinkus y de la mayoría de la Curia vaticana, el entonces secretario de Estado Vaticano, el cardenal Agostio Casaroli, decidió pagar 406 millones de dólares a los bancos acreedores del Ambrosiano en concepto de "contribución voluntaria", al considerar que la Santa Sede tenía ante ellos una responsabilidad moral.

Al mismo tiempo, la Santa Sede le retiró a Marcinkus el timón de la Banca Vaticana. Entonces dejó Roma y se retiró a una parroquia de Illinois. Fue allí donde falleció la noche del lunes, llevándose a su tumba incontables secretos.

https://www.youtube.com/watch?v=rwWjJcBcwuw

https://www.youtube.com/watch?v=bGDbDn00SlA&feature=youtu.be

http://www.elmundo.es/elmundo/2006/02/21/obituarios/1140539785.html

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