Chorizo verde

Preguntamos y nos mintieron.
Pedimos compromiso y juraron.
Pedimos garantías y firmaron.
El diccionario está lleno de palabras, reconocidamente ofensivas al honor todas ellas, para describir la catadura de tales espabilados malandrines follones. Arribistas y demagogos pueblan las páginas de Galdós, avisando de los abuelos a los nietos. Tarea inútil donde no se lee ni se sabe leer.

Lo temíamos, lo dijimos, lo avisamos, lo inquirimos, y los nuestros no sabían, no contestaban, mentían y/o se dejaban engañar: ¿A cambio de qué? ¿A qué precio han vendido -o han querido vender, una vez más a mí no me timaron los creyentes en los buenos dioses/líderes- n/vuestro voto?

Rechazamos una ley de educación elitista y que fomenta la deseducación y la superstición contra la educación científica y democrática, apoyando a los ricos de la privada y religiosa y sustrayendo medios a la pública de los pobres, inmigrantes y jornaleros, destinados al paro y la explotación (perdón dumping laboral). Pero estamos en el gobierno, firmando.

Defendemos una sanidad pública y universal, sin coacciones privadas ni privatización, donde los pudientes no se cuelen y, si han de esperar, cojan número. Y no una lista de muertos de espere en casa que ahora vengo, que mañana le toca, que ahora la miro, que primero va éste, firmado Geli.
Pero estamos en ese gobierno.

Queremos una fuerza policial al sevicio de la ciudadanía, en el marco de una ley justa y democrática, donde el dinero no haga inmune ni corrompa. Pero participamos activamente en lo contrario, desde ese gobierno.

Queremos ayuntamientos democráticos que defiendan y fomenten barrios dignos, viviendas habitables, servicios iguales para todos, escuelas y hospitales suficientemente dotados, pero tenemos especuladores, incompetentes y apoltronados con sus consecuencias sobre una población indefensa y silenciada. Aún por este gobierno.

Queremos alimentos a un precio justo, que alimenten también al productor y no arruinen ni envenenen al consumidor. Pero tenemos más veneno transgénico que ninguna nación, ni región, ni comarca o veguería de Europa. Y especuladores, intermediarios y otros amigos en el gobierno. Y este, nuestro gobierno, calla.

Le queda un año a la hidra y, hecho el trabajo sucio, los ilusos que esperaban y confiaban en la bondad de los codiciosos no tienen a nadie que les defienda ni que les represente. Los mismos que relegaron su lucha y sus símbolos, avergonzándose de lo que ignoran; los que medraron errando en la estrategia y las alianzas, en la práctica y los objetivos, y sustentan sus ambiciones sobre la mentira, la demagogia y la justificación del poderoso, trapichean aún sus intereses desde los mismos púlpitos robados. Robar les va. Y mentir.

No hay aún estatut nuevo. Ni menos un concierto económico igual para todas las españas. Ser navarro o vasco marca la diferencia a la hora de pagar o de cobrar: para bien de los sumisos y los que viven de su España particular en Donostia.
Y lo que habrá será otra vergüenza, otro robo, otro expolio, porque cada virrey defiende sus privilegios y los de sus cortesanos.
Catalunya paga, pero no todos, sólo los que trabajan, por cada vez menos dinero y menos vida a cambio.

En Andalucía el virrey Chaves, homenajeador de latifundistas y ladrones, con lo que roba a los andaluces catalanes financia porras y aporrea jornaleros andaluces indígenas. Puede hacerlo y reirse a gusto: es socialista y el cardenal ya le confesó. Un Credo, un Ave, tres Marías y un Montilla...

No hay finançament que valga. ¡A pagar catalanes! Talleu arran que la palla va cara!
Los vascos y navarros tenían economistas que supieron contar en euskara y ver como no dar un duro a esa corte madrileña. En Catalunya teníamos banqueros, contentos con sus buenas comisiones, sus buenos sueldazos, su virreinato, su corrupción de acento catalán de montserrat, y una izquierda que canta el virolai en la intimidad. ¿La oposición? En el monte Perdido, haciendo piña abstencionista con la flama del Canigó: Puestos a no contar, que no nos cuenten.

Ha colaborado el gobierno, íntima e insistentemente, en la falla inmobiliaria, levantando rascacielos en barrios superpoblados, recalificando según los amigos y conveniencias, tasando pisos de protección oficial a precio de metro cuadrado parisino y no de suburbio de mierda con servicios de mierda y mucho lujo en el escaparate inaccesible, dejando las cajas vacías, desbocadas en la concesión de créditos impagables sobre activos hipervalorados: cada virrey en su encomienda, cada líder con sus fanfarrias y cada partido con sus intereses de poltrona... ¿Ideología? Sí, en el bolsillo, gracias.
Y nosotros, dicen con recochineo, estamos de acuerdo, en el gobierno, firmando a regañadientes, con mucho cuento y poco acierto.

Falta un año, para ser o no ser, para ser y ver quienes somos: agua limpia en todos los cauces, rojo sangre en todas las venas, ciencia y verdad en todos los actos: libertad, igualdad, fraternidad...
O para dejar que los muertos de mañana entierren a sus muertos hoy, durante un otoño más triste que mil inviernos.

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